La Aceptación y Resiliencia
He escrito un libro llamado “Resiliencia” donde trato en detalle la Resiliencia, las características de una persona resiliente, así como las formas de mejorar cada una de las características. Al final del libro cuento mi historia personal para que veas cómo a lo largo de mi vida y mis circunstancias adversas he ido creciendo y me he ido haciendo cada vez más resiliente. También si necesitas ayuda para afrontar tu situación actual ponte en contacto conmigo porque te podré ser de gran ayuda. He hecho coaching, cursos de formación y he dado conferencias. Descarga Libro GratisDescarga Libro GratisPara mí la principal característica de la resiliencia es la aceptación. Esto significa asumir lo que ha ocurrido en el pasado, ver el presente como es y no preocuparse por el futuro. Aceptar significa aceptar las cosas tal cual son, asumirlas las cosas sin excusas, es decir ver las cosas con perspectiva y realidad y no viéndolas como nos gustaría que fueran. La aceptación no es lo mismo que la resignación. La resignación es que crees las cosas tal cuan son y entiendes que no puedes cambiarlas. La aceptación significa que las asumes, pero las asumes con suficiente perspectiva para ponerlas solución. La aceptación es dinámica, ves una situación y tratas de mejorarla. La resignación significa que ves la situación y te quedas con ella. Es decir, la aceptación implica proactividad como veremos, pero la resignación implica no hacer nada. Parece sutil la diferencia, pero no lo es. La aceptación es asumir las cosas como son y con ello tratar de sacar lo mejor de uno mismo o lo mejor de la situación, la resignación en cambio es parálisis, quedarse como uno estaba. Resignarse implica no tener una actitud proactiva, ni optimista ante la vida, mientras la aceptación es optimismo, cambio, crecimiento y mejora. En general las personas se resignan con sus vidas, porque no son proactivas. Aguantan con sus parejas, con sus trabajos, con sus deudas, pero no son capaces de ver que pueden cambiar todo eso. Es por esto por lo que hay tanto amargado en el mundo. La gente se queja de sus vidas, pero no hace nada, eso no es aceptación, es resignación. La aceptación implica ver las cosas como son, ser realista y adaptarse al cambio, ser resiliente. Es decir, que, a diferencia de la resignación, como consecuencia de la aceptación implica dinamismo e implica hacer por cambiar lo que no nos gusta. Un trabajo puede ser estresante, pero nos da el sustento de vida, sin embargo, no nos hace felices. La persona resignada asume que su situación es ésta, y que los trabajos en general no son lo gratificantes que le gustarían. La persona que acepta la situación, la asume, ve que eso no le hace feliz y por tanto busca el cambio, busca encontrar una alternativa mejor, es proactiva. La resiliencia implica aceptar las situaciones, buscar alternativas y moverse en la dirección que uno quiere. Pero eso puede pasar también con la pareja, no nos termina de hacer feliz, pero sin embargo vemos que es lo que tenemos y no queremos buscar alternativas porque estas probablemente sean peores. La persona que acepta su situación asume que no es feliz, y por tanto buscará medios para conseguir esa felicidad. Esos medios pueden ser dentro de la pareja o fuera, eso no importa, pero él tiene la perspectiva más amplia y ve lo importante, que no es feliz. ¿Pero qué tenemos que aceptar para ser resilientes?. El presente, el pasado y el futuro. Hay tres aspectos básicos en el proceso de aceptación:
- La importancia del suceso para nosotros Si el tema es muy importante para nosotros, como la enfermedad de un hijo, la aceptación es más difícil.
- El control. Si consideramos que tenemos control es más compleja la aceptación que si pensamos que es algo inevitable.
- El sentido. Por último, si podemos dar un sentido al sufrimiento, éste es más soportable. Analizaremos estos tres factores posteriormente.
Aceptación del pasado y resiliencia
Tenemos que asumir una cosa, el pasado se fue y no lo podemos cambiar y por mucho que pensemos en los “y si”, sólo nos harán daño. Por mucho que pensemos en él por la pérdida de un ser querido, la pérdida de un trabajo, la pérdida de una oportunidad, etc., no podemos hacer nada por cambiarlo. Las cosas han sido como han sido, y cuanto antes lo asumamos antes nos podremos adaptar a las nuevas circunstancias y avanzar. Las personas resilientes son capaces de aceptar mejor su pasado y reponerse más rápidamente a las circunstancias adversar para moverse en la dirección del futuro que desean. Se dice que aceptan su pasado y tiran adelante. A una persona resiliente el pasado no le paraliza para lidiar ni con su presente, ni con su futuro, ve las cosas con perspectiva y toma decisiones racionales en vez de emocionales. Pero eso no significa que no sufra durante un tiempo. Sí que se recuperará antes que un no resiliente y sufrirá menos, pero el sufrimiento estará ahí, cuando no es necesario que esté. Asumamos una cosa, el pasado es inmutable, da igual lo que pensemos sobre él, o cuántas veces lo hagamos, no va a cambiar. Nos guste o no tenemos que aceptarlo como fue y adaptarnos y aprender de él. Cualquier otra opción sólo nos traerá un sufrimiento innecesario. La persona resiliente se adapta y aprende de él, pero no necesariamente esté libre de pensamientos y sentimientos negativos por el mismo. Todos entendemos racionalmente que el pasado no se puede cambiar, pero muchos me dirán que es difícil asumirlo. Es verdad, no es fácil, pero se puede lograr que tu pasado no afecte a tu presente y a tu futuro. Todo empieza por asumir de verdad que el pasado no se puede cambiar y que recordar el pasado significa traer al presente un recuerdo (normalmente malo) al presente, y lo único que esto puede hacer es hacernos sufrir. Sí, el pasado es importante, porque nos define, aprendemos de él, pero no debe quedar más allá. ¿Qué sentido tiene recordar a ese ser querido?, ¿Qué sentido tiene recordar esa vida maravillosa que teníamos?, ¿qué sentido tiene recordar eso que teníamos?, etc. Si somos racionales ninguno, pues todas esas cosas ya no están y nada podemos hacer por cambiarlas. Tenemos que lidiar con el momento presente que es lo que importa y si me apuras mirar al futuro. El pasado no existe más que en nuestra mente, no tiene entidad propia. Es un constructo de recuerdos, pensamientos y sentimientos que no se sustentan sobre nada real, por tanto, pueden ser disueltos. Me puedes etiquetar como insensible, como exagerado, como que no comprendo tus circunstancias, pero si te has molestado en leer la historia de mi vida verás que a mí no me ha quedado más remedio que aceptar el pasado, eso es resiliencia. El vivir en el pasado tiene otro inconveniente importante además de sufrir por cosas que no puedes cambiar, y es que te paraliza. Si vives en el pasado estás estancado por él y no puedes ver las oportunidades que te brinda el presente. Ves las cosas con unas gafas viejas y oxidadas, y eso sólo puede conducir a que vuelvas a vivir situaciones similares. No eres capaz de crecer con el pasado, no eres capaz de evolucionar gracias a él. El pasado no te define, sólo te ha llevado donde estás, es tu decisión si sigues mirando la vida con esas gafas viejas y oxidadas o decides mirarla con unas gafas nuevas. Es cuestión de decisión. La persona resiliente las mira con gafas nuevas. Lo que me dice mucha gente es que es muy fácil decirlo, que racionalmente lo entienden, sin embargo, no se pueden desprender del pasado. Yo siempre les digo, los pensamientos del pasado cuando surgen no podemos evitarlos, pero sí podemos evitar recrearnos en ellos. Es decir, sí podemos evitar estarles dando vueltas una y otra vez y con cada vuelta estar sufriendo. Cuando surge un pensamiento del pasado, lo que tenemos que hacer es observarlo y redirigir nuestra atención a lo que estemos haciendo en ese momento, de esa forma ese pensamiento no se energizará, rápidamente se irá y no nos provocará sufrimiento y con el tiempo dejará de repetirse, pues no le prestamos atención. Para poder aprender a hacer esto, sólo tienes que aprender a meditar y meditar todos los días. Lo puedes ver en el último capítulo del libro. Es una cuestión de opción, ¿el pasado te define? ¿o el pasado determina tu punto de partida para un futuro?. La respuesta está en ti. Vivir en el pasado es dejar que el apego por las personas, cosas o situaciones nos dominen y nos hagan sufrir. Significa también que sufrimos porque rechazamos lo que ha ocurrido y podría significar que deseas que el pasado se perpetúe en el futuro. Aceptar el pasado significa admitir que las cosas ya nunca volverán a ser como antes. No importa lo que hagamos, incluso si logramos revertir los daños o las consecuencias. Ninguno de nuestros actos será capaz de devolvernos a ese ayer que ya no está. Permanecer atados a nuestro pasado nos impide avanzar. Dejarlo atrás y aceptarlo nos permite aprender y crecer. Lo único que podemos hacer con nuestro pasado es aceptarlo, sin reproches. Esto es lo que hacen las personas resilientes. Aunque pueda parecer un contrasentido, realmente las personas no aceptan el pasado, en primer lugar, porque no aceptan su realidad actual ya que esta les parece injusta o demasiado infeliz. De esta forma, el pasado se convierte en una vía de escape para no tener que enfrentar su cotidianidad. Si a esto se le suman algunas características psicológicas como la tendencia al perfeccionismo, una postura autocrítica demasiado rígida y la tendencia a la victimización; entonces tendremos una mezcla explosiva que nos hará mirar constantemente al pasado. Veamos cómo se puede aceptar el pasado:- Comprende y acepta la vida como un flujo en constante movimiento, con altas y bajas, que nos lleva por caminos diferentes pero cada uno con sus propios aspectos positivos para disfrutar. Primero, debes permitirte ver tu pasado tal como fue. Reconoce tus pensamientos y sentimientos, sin juzgar, deja que se integren poco a poco en tu mente. Una persona resiliente entiende que el mundo es cambio y que lo que tiene que hacer es adaptarse a él lo más rápidamente posible.
- El meditar te permitirá observar con cierta distancia tus pensamientos y sentimientos negativos producidos por el pasado. Esa distancia ya hace que se sientan como menos intensos. Al meditar esos pensamientos surgirán, les dejarás estar y se irán solos, al ir haciendo esto los iremos de forma natural de forma que cada vez serán menos intensos y menos frecuentes hasta que desaparezcan.
- El sufrimiento y los errores son las mejores fuentes de aprendizaje. Si en lugar de flagelarnos por nuestros fallos, los observamos y nos preguntamos: ¿qué puedo aprender? Sin lugar a duda, estaremos ante la mejor actitud que podamos adoptar. Aprender de nuestros errores es una de las mejores formas de crecer, de evolucionar. Así pues, la próxima vez que cometas un error, en lugar de quejarte una y otra vez pregúntate qué puedes aprender de él.
- Jugar con las hipótesis no sirve para nada. Uno de los modos en los que intentamos cambiar el pasado es armando escenarios hipotéticos: “Si hubiera salido antes…”, “Si hubiera hecho esto en lugar de aquello…”, “Si le hubiera dicho tal cosa…”. Estos artilugios mantienen viva la ilusión de que las cosas podrían ser distintas de lo que son, pero insisto, por más que le demos vueltas, no podemos cambiar el pasado. Muchas personas resilientes dicen what it is done, it is done (lo que está hecho, está hecho y no se puede cambiar).
- Deja de comparar con el pasado y céntrate en los aspectos positivos de la situación actual que vives. Lo único que importa es el presente y apreciarlo. Si en el pasado tuvimos una vida mejor, no podemos cambiar nuestra circunstancia actual, entonces lo que tenemos que hacer es valorar lo que ahora tenemos.
- Darte tiempo para acostumbrarse a los cambios hay que ir aceptando poco a poco todas las cosas nuevas que estos nos proponen. El pasado no se integra de la noche a la mañana, requiere su tiempo. No te esfuerces, deja que los pensamientos del pasado vengan y no les prestes atención, simplemente haciendo eso, la propia mente los terminará por integrar antes de que si les decides prestar atención a tus pensamientos negativos y darles vueltas.
- Ten confianza en el futuro. La confianza en nuestras potencialidades y en que el curso de la vida nos traerá nuevas experiencias positivas es esencial para continuar el camino. Una persona resiliente le ocurre cualquier circunstancia, la asume y pone su mirada hacia el futuro y no hacia el pasado.
- Perdona. Muchas veces nos quedamos atados al pasado por rencor, ya sea a otro o a uno mismo. Eso nos deja o en un lugar de víctima, que no nos deja avanzar. Libera ese rencor, acepta. No te culpabilices del pasado y aprende de él para no cometer los mismos errores.
- Sintoniza con tus emociones. Guardar para ti sólo tus emociones, particularmente las negativas, solo trae más confusión emocional y te mantiene atrapado en el pasado. Comparte cómo te sientes con alguien cercano a ti , ya sea un amigo, familiar, socio o profesionales
- Deja de pretender justicia. Una creencia que nos estanca en el pasado es la idea de que es injusto. Así, le reclamamos a alguna entidad superior (Dios, el estado, el universo) que haga justicia. Nos ha pasado lo que nos ha pasado, pero no hay culpas, si las exigimos nos mantenemos en el pasado, si las dejamos de buscar nos mantenemos en el presente o en el futuro.
- Suelta el pasado, déjalo ir
Aceptación del presente y resiliencia
La no aceptación del presente se produce porque no nos gusta lo que estamos viviendo y creemos que debería de ser de otra forma. Es un rechazo, una resistencia a lo que hay, y como, cualquier resistencia sólo provoca dolor y sufrimiento y éste es más grande cuanto mayor sea la resistencia como vimos en la ecuación de la resistencia (Sufrimiento = Resistencia x Dolor). El sufrimiento por la falta de aceptación del presente es la distancia que existe entre nuestras expectativas (lo que creemos que debería ser o lo que nos gustaría que fuera) y la realidad (lo que realmente es). Éste se ve aumentado por la resistencia que pongamos a aceptar la realidad tal cual es. Algunos piensan que la aceptación implica debilidad, y nada más falso: aceptar la realidad no es debilidad sino sabiduría, porque solo puedes cambiar aquello que conoces y controlas. Y aunque el origen del rechazo y la resistencia sea completamente natural, ya que todos los seres vivos tratamos de evitar aquello que nos perjudica o hace daño y nos aproximamos a lo que nos favorece, el problema se origina cuando aquello que no nos gusta presenta la característica de inevitable, que no se puede cambiar, por lo que no nos queda más remedio que afrontarlo. Hay que ser consciente de que lamentarte no te aportará solución alguna. De alguna manera, sabes que no te va a quedar otra que afrontar lo que te ocurre. Es mejor hacerlo aceptándolo, en vez de rechazándolo. Cuanto antes lo hagas, antes podrás evolucionar. La otra falta de aceptación que se produce en el presente (relacionada con las anteriores) es que no aceptamos no tener el control de las cosas, pero las condiciones de vida de cada uno de nosotros están condicionadas por infinidad de variables que no podemos controlar. ¿quién puede controlar o predecir un accidente de coche?, ¿quién puede controlar una crisis económica?, ¿quién puede controlar una pandemia como el COVID?, ¿quién puede controlar que nuestra pareja se enamore de otra persona? Nadie. Tenemos que aceptar todo lo que no tenemos control sobre ello y trabajar sólo sobre aquello sobre lo que sí tenemos control. A menudo la aceptación se confunde con la autocomplacencia o con la resignación. Y no tienen nada que ver. La resignación te invita a no hacer nada y por tanto a ver pasar la vida. En cambio, la aceptación nos anima a cambiar y a movernos por conseguir objetivos. Entendemos y sentimos que la realidad es así y que partir de ahí, podemos poner todas nuestras fuerzas en construir y modificar aquello que queremos actuando donde podemos. La persona resiliente ve su situación actual, ve qué cosas no puede controlar y las acepta y ve qué cosas puede controlar y pone sus energías para mejorar la situación presente. Resignarse conlleva una actitud pasiva, de conformidad. Comparamos la situación, el hecho o la persona con nuestro ideal, con lo idealizado, y nos lleva a la parálisis y a la impotencia. La resignación lleva implícita una emoción desagradable y una experiencia de derrota frente a la realidad. Duele, genera sufrimiento porque no estoy del todo de acuerdo con la situación. Es como si nos diésemos por vencidos, esperando a que la situación, la persona, etc., sea de otra manera, básicamente como a nosotros nos gustaría que fuese. Y esto no es posible porque no tenemos el control sobre ello. Sin embargo, aceptar conlleva una actitud activa y de cambio, pero con responsabilidad, valorando recursos y herramientas. Por eso las personas resilientes aceptan las circunstancias, se adaptan al cambio y afrontan las cosas con optimismo. La aceptación es mucho más serena, supone optar por dejar de luchar y estar peleados con la vida y afrontarla tal cual viene, de la manera más ajustada y equilibrada posible, sin derrotismos. La aceptación no significa que me guste lo que está pasando o cómo es la otra persona, sino que asumo que no está en mi mano cambiarlo o que incluso, las consecuencias que me lleva cambiarlo son más dañinas que beneficiosas. Aceptar no significa conformarse con aquello con lo que no estoy a gusto, sino entender que hay cosas que no dependen de mí y no puedo hacer nada, o si dependen de mí me tengo que mover para solucionarlas. Podemos no estar de acuerdo con algo y, aunque no podamos modificarlo, sí podemos cambiar la actitud con la que nos enfrentamos a ello. La aceptación implica la proactividad. Aunque a primera vista pueden parecer conceptos opuestos, en realidad aceptación y proactividad son las dos caras de la misma moneda. Al ver las cosas como son y no como te gustaría que fueran, y verlas con perspectiva, eso automáticamente lleva a la proactividad, pues se ven opciones y oportunidades donde antes todo era oscuro y gris. Es decir, la aceptación es dinámica, significa asumir que las cosas son como son sin que podamos haberlo evitado. Pero una vez en ese punto, ¿qué hacemos?. Con aceptación buscar soluciones a las cosas que estén en nuestra mano y adaptarse a lo que no está en nuestra mano. Por otro lado, la resignación es pasiva, es lo que hay y no hago nada por cambiar lo que está en mi mano, ni hago nada por integrar lo que ha pasado. Aceptar las cosas como son llevan a la persona a una verdadera transformación, pues nos permite ver las cosas como son, nos permite ver la realidad y tomar más perspectiva. Al ver las cosas como son y con perspectiva encontraremos soluciones y oportunidades donde antes no éramos capaces de ver ninguna. Por eso las personas resilientes suelen tener éxito en llegar a sus objetivos y metas, porque son capaces de ver oportunidades donde otros no las ven. La resignación es como estar viendo el árbol que te tapa el bosque, sólo ves que la situación es irresoluble y crees que no puedes hacer nada para cambiarla. Pero con la aceptación se ve la realidad, se ve el bosque y se ven muchos caminos. No significa que con aceptación solucionemos los problemas, lo que hacemos es no luchar con ellos y trabajar sobre lo que podamos cambiar, entonces nuestra actitud es activa y el problema pasa de ser problema a ser un obstáculo. El sufrimiento añadido por la adopción de la postura resistente, lo que ésta acaba produciendo es la imposibilidad de encontrar una solución o respuesta adecuada a la situación desagradable que la provocó por varias razones: una es el impedimento de ver con claridad la situación en la que nos encontramos inmersos en su conjunto y otra, que las emociones resultantes nos impedirán en mayor medida llevar a cabo el remedio en práctica. Cuando nos toca pasar por momentos duros, difíciles, dolorosos y complicados, hay que intentar ver la situación dentro de un contexto más amplio y mantener una perspectiva y visión a largo plazo, nunca a corto plazo. De esta forma lo sucedido nos parecerá menos grande de lo que a priori pareciese. La persona resiliente ve las cosas con más perspectiva que la persona que no lo es. Hay situaciones que no tienen ninguna solución como la muerte de un ser querido, un divorcio o una enfermedad. Si vives en la resignación eso te hará sufrir pues te resistes a ello. Pero si lo vives desde la aceptación, te permitirá integrarlo, recuperarte lo antes posible y empezar a vivir asumiendo esa circunstancia. No significa que la circunstancia te guste, lo que significa es que aprendes a vivir con ella y antes te pondrás a vivir tu nueva vida. Cuando se aceptan las cosas se ven como son y se ven con perspectiva, esto nos permite aprender de ellas y seguir transformándonos y creciendo. Aceptar la realidad conlleva prestar atención a aquellas cosas que sí dependen de nosotros y poner nuestra atención y energía en aquello que podamos controlar. Si ponemos energía en lo que no podemos controlar sólo nos llevará al agotamiento, al sufrimiento y no conseguiremos ningún resultad. Toda situación de vida es temporal debido a la ley de impermanencia de los budistas, es decir, que por malas que sean las circunstancias que estemos viviendo, éstas pasarán, al igual que pasa la tormenta y después de ella viene la calma. . El ver las cosas así nos da la tranquilidad de que el sufrimiento no será eterno, que las cosas cambiarán. Incluso una persona diagnosticada con una enfermedad terminal, si acepta el hecho de que se va a morir, puede vivir el resto de sus días disfrutando cada segundo y siendo feliz. Siempre hay algo positivo que sacarle a todo lo malo que te pueda ocurrir. Tan sólo necesitas observar lo que te sucede desde otro punto de vista. Sigue adelante pase lo que pase, toma el control de tu vida y no conviertas en una cárcel los pensamientos negativos que te abordan. Siempre hay una salida para todo, porque nada es permanente. Así que mira con optimismo lo que te ocurre y recoge lo bueno que puede aportarte Muchas veces para aceptar los acontecimientos más dolorosos necesitamos un tiempo, el que va desde que suceden hasta que logramos integrarlos Existen circunstancias que dificultan la aceptación:- Nivel de gravedad de la situación a aceptar: hay situaciones que son más difíciles de aceptar que otras, en función no sólo de los recursos personales, sino también del grado de interferencia que puede generar dicha situación. Por ejemplo, sería más fácil aceptar que un familiar va a fallecer de cáncer tras un proceso largo de enfermedad, que si el fallecimiento es repentino o inesperado. O el aceptar un despido laboral teniendo un colchón económico o por el contrario, generando problemas económicos y de mantenimiento de los hijos. Influye, por tanto, el nivel de gravedad de la situación, en función del ajuste de expectativas o sorpresividad, el impacto o repercusiones posteriores, etc.
- Momento vital en el que se produce: en ocasiones pueden darse simultáneamente varias situaciones vitales estresantes, lo que dificulta la aceptación de las mismas.
- Apoyo social disponible: Si en ese momento la persona cuenta con una adecuada red de apoyo social o por el contrario la persona se encuentra aislada o desamparada
Felicidad está en el presente
Otra forma de no aceptar la realidad es pensar que la felicidad se encuentra en un futuro, cuando esta situación que vivimos ahora cambie. Nos convencemos de que cuando, por ejemplo, nos independicemos, encontremos una pareja ideal, o cambiemos de trabajo, tengamos una casa más grande, tengamos hijos, tengamos más dinero, entonces seremos felices. Por tanto, el presente es solo es el camino hacia la felicidad. Sin embargo, este pensamiento no tiene un sustento de realidad, es imaginario, está sólo en nuestra mente. Lo que hace es desviar la atención de nuestro presente hacia el futuro y por tanto no valoramos lo que ya tenemos, ni disfrutamos de lo que ya tenemos. Suele pasar que cuando conseguimos lo que queremos, no es como esperábamos. En este momento nos sentimos desilusionados y enfocamos nuestra felicidad al momento en que alcanzamos nuevos objetivos que nos hemos marcado. Y así, vamos aplazando nuestra felicidad a un futuro que no conocemos y que hoy no es real. Desde luego no estamos disfrutando del presente, que sí importa y que sí es real. Sea como sea tu momento presente, acéptalo como si lo hubieses elegido Tu momento presente no es perfecto. Está lleno de circunstancias negativas, situaciones de las que desearías escapar. No obstante, no te queda otra opción que enfrentar todo esto. Y en todo momento presente hay cosas buenas, cosas que valorar y cosas que disfrutar.¿Cómo aceptar el presente una persona resiliente?
- Medita y pon atención plena. Inicia una práctica de meditación, mindfulness o atención plena: aprende a centrarte en tu presente a través de tu respiración, de los sonidos que te rodean o de las sensaciones de tu cuerpo (body scan). Esto te permitirá estar en contacto con las cosas como son en este preciso instante, sin echar de menos el pasado, y sin temer al futuro. Hay mucho poder en ser el dueño de tu momento presente. Vete al último capítulo y aprende a meditar.
- No te ahogues en las quejas, busca soluciones. Lamentarte por lo que te ha ocurrido no cambiará la situación. Las quejas que no conducen a un plan de acción son una pérdida de energía, que podrías usar de manera más inteligente para buscar soluciones alternativas. Pregúntate qué es lo que te molesta y qué puedes cambiar realmente de tu situación para mejorarla. Y si no puedes hacer nada, asúmelo y corre página. La persona resiliente tiene puesta su mirada en las soluciones y no en los problemas.
- Aceptar la realidad no resignarse: es verla tal y como es para afrontarla mejor. Aceptar las cosas como fueron y como son ahora no es debilidad, sino sabiduría: es el primer paso necesario para cambiarlas. La persona resiliente acepta las cosas como son, acepta lo que no puede cambiar y actúa sobre lo que puede cambiar.
- Céntrate en lo que depende de ti. No siempre podrás cambiar las situaciones ya que tu nivel de control sobre lo que sucede es limitado. En ese caso debes aprender a dejar ir todos esos pensamientos y sentimientos dañinos a los que te estás aferrando. Piensa si hay algo que puedas hacer para resolver la situación de malestar o mejorarla. Céntrate sólo en lo que está en tu mano y si no puedes hacer nada acéptalo cuanto antes para seguir con tu vida.
- Mantén las cosas con perspectiva. Aun cuando te enfrentes a eventos muy dolorosos, trata de considerar la situación que te causa tensión en un contexto más amplio, y mantén una perspectiva a largo plazo. Evita agrandar el evento fuera de su proporción.
- Sé positivo. Actuar como una persona positiva no implica pasarse de optimista. A veces, hay situaciones difíciles o situaciones límite que no pueden contemplarse de una manera inocente, pues son dolorosas, y aceptar la dificultad de esos momentos puede servir para saber actuar en consecuencia. Se trata simplemente de relativizar y tratar de pensar en las soluciones, y no en los problemas. Ve la vida con objetividad y realismo, pero siempre a través de un prisma optimista. Las personas resilientes son muy objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que tienen a su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan un optimismo realista, también llamado optimismo realista, y están convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente puede ser mejor
- Practica la gratitud y valora lo que tienes. Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás. En vez de centrarte en todo lo que te falta, recuerda todo lo que tienes. Llevar un diario de la gratitud es una excelente herramienta para que aprendas a fijarte en todas las cosas valiosas que probablemente estás dando por sentado. En el diario de gratitud escribirás todas las cosas por las que estás agradecido. Por la noche antes de acostarte apuntarás por qué puedes estar agradecido en tu día y revisarás tus gratitudes principales (pareja, hijos, trabajo, etc)
- Abraza la incertidumbre. Ya vimos que ésta es una parte inevitable de la vida, por más que luches con ella no la vas a poder evitar, aprende a vivir en incertumbre y disfrutar de ella, entonces comenzarás a ver oportunidades donde antes no las veías. Una persona resiliente mira el presente teniendo la mirada también puesta en el futuro, con objetivos y metas, el tener éstos le marcan una dirección y por lo tanto tolerar mejor la incertidumbre.
- El dolor es transitorio. Desaparecerá tu dolor si dejas que se integre de forma natural en ti. Pero si luchas contra él, entonces sufrirás.
- Cambia tu narrativa. Cambiar la narrativa que construyes en torno a un acontecimiento te permitirá asumir la realidad desde una perspectiva más positiva y desarrolladora.
- Lo negativo es un aprendizaje: Asúmelo como tal y ¡lograrás verlo como positivo! Las circunstancias más difíciles te harán más fuerte y te permitirán madurar y crecer, siempre que hagas su correspondiente trabajo de autoconocimiento.
- No te resignes: Esto nada tiene que ver con la aceptación, sino que más bien te lleva a la lamentación. Agarra fuerte tu momento presente, aunque queme, y condúcelo hacia donde quieres. No te sientes a esperar: Nada de darse un tiempo hasta que la tormenta pase. Tienes que tomar las riendas y, con acciones, empezar a caminar para que haya un cambio positivo hoy mismo.
- Ponte metas ambiciosas, pero en el día a día no te centres en ellas, sino en el trabajo que haces para conseguirlas. Haz lo que tengas que hacer, sin obsesionarte con el resultado.
- Practica la autocompasión (que no tiene nada que ver con el conformismo o la autocomplacencia). Es la compasión aplicada a nosotros mismos cuando sufrimos debido a nuestros errores, a nuestras carencias o a cualquier experiencia difícil, tratándonos con amabilidad y comprensión
- No eches balones fuera. Te ha tocado lo que te ha tocado, está en ti el decidir ¿ahora qué hago con ello?. Te puedes resignar, lamentar o por el contrario puedes adaptarte, eso es una decisión personal más sencilla de lo que parece. La persona resiliente toma el control de su vida y la dirige en la dirección que quiere.
- Identifica tus emociones y lo que te quieren decir. Las emociones están para ayudarte. Date permiso para sentir, para escucharte y para expresar lo que sientes. Identifica tus emociones displacenteras, ponles nombre. ¿Es normal que me sienta así?. Afronta las emociones inteligentemente. Elimina la rumiación o la búsqueda de causas y porqués. Enfócate en “PARA QUÉ” me puede estar ocurriendo esto o para qué me puede servir.
Aceptación del futuro y resiliencia
El futuro y la analogía del coche
Para mí aceptar el pasado me ha resultado siempre muy fácil, probablemente por los problemas de salud que sufrí a los cuatro años. El presente siempre lo había afrontado bien, incluso cuando mi exmujer decidió divorciarse y mi exjefe me hizo moving y decidió luego despedirme, ocurriendo las dos cosas en tan solo 6 mes. Fue cuando fui emprendedor, con Evolufarma cuando tuve que aprender a gestionar el presente, trabajar con lo que podía controlar y aceptar lo que no. Fue duro, pero fue muy enriquecedor. Iba tratando cada tema a su tiempo según la importancia, como explico en el libro “Recupera tu vida. Gestiona tu tiempo y tu energía” (disponible en Amazon en https://tinyurl.com/25rvjmf9 ) . Cuando aceptas los problemas como situaciones a solucionar, aceptas lo que te pasa, sólo es cuestión de método para gestionar tu tiempo y tu vida. Los problemas los divides en dos categorías, los que puedes no hacer nada con ellos y por tanto los aceptas y los que puedes hacer algo con ellos, entonces en vez de ser problemas son obstáculos a solucionar. Sin embargo, aunque aceptase bien el pasado y razonablemente bien el presente, no gestionaba bien el futuro. Siempre tenía vista en cómo mi empresa iba a crecer mucho, cómo seríamos líderes del mercado, cómo me solucionaría la vida. Sin embargo, los continuos problemas y obstáculos que se me ponían en el camino, me iban desgastando, me iban estresando. Este estrés sostenido durante muchos años al final, como no puede ser de otra forma, me pasó factura en forma de depresión (al menos no fue en forma de infarto). Cuando uno entra en una depresión profunda como en la que yo entré, intentas buscarle sentido a la vida y no lo encuentras. Yo había tenido de todo, mucho dinero, una mujer, niños, una gran casa, una empresa, buenos amigos ¿qué más podía pedir?. Sin embargo, nada de esto importaba en esos momentos, no los valoraba y entendí por propia experiencia que la felicidad no te la da las cosas ajenas a ti. Así que recordé mis clases de meditación, mis profesores de metafísica y mis maestros del Advita Vedanta, era tiempo de poner la atención donde importa, en el interior. Sólo cuando hice esto y recuperé mi motivación interna pude escribir este libro, el libro “El Tao del emprendimiento (disponible en Amazon en https://tinyurl.com/ytxhzvsf )” y el libro “padres y adolescentes”. Volvía a tener propósito en la vida (luego lo veremos como una característica de personas resilientes). Según escribo estas líneas no sé qué va a ser de mi futuro, no sé si trabajaré para otros, me volveré a montar una empresa, viviré de los libros, viviré de dar charlas o vete a saber qué. No me importa, es altamente incierto y aunque mi entorno (padres y amigos) me piden certidumbre, he decidido de momento no marcarle un rumbo hasta que los libros estén publicados. Cuando marque mi rumbo al terminar los libros, éste no estará marcado por los demás, por la sociedad o por lo que se supone que tengo que hacer, estará marcado por mí en reacción a mi momento presente con las decisiones que tome en Aquí y Ahora, las metas que me marque. Confiando en el futuro y confiando en mis capacidades para afrontarlo, es decir, nuevamente con resiliencia. Hay momentos de alta incertidumbre en la vida, son momentos en los que es como si estuviésemos conduciendo un coche con las luces de cruce, nos obliga a ir muy lentos para ver la carretera, y no podemos ver más porque las cortas y las largas están estropeadas. No pasa nada por ir más lentos en determinados momentos tenemos que aceptar que nuestras circunstancias actuales no nos permiten ir más rápido. Tenemos que aprovechar en esos momentos para reanalizar nuestra vida y ver qué queremos hacer con ella. En un momento que paras a descansar o por casualidad las cortas se encienden, entonces ves más distancia en la carretera y puedes correr más. Son momentos donde ya te puedes poner objetivos a corto y medio plazo. Cuando por el motivo que sea las largas empiezan a funcionar puedes correr casi como de día, ves clara la carretera. Es cuando te puedes poner objetivos y metas a largo plazo. Pero esta analogía la he puesto porque es como la vida misma. Ves trozos de carretera, mayores o menores según el momento de tu vida o tu predisposición a verlos, pero es imposible ver la carretera entera. La vida es incierta y la resiliencia es aceptar esa incertidumbre y vivir con ella. Si te has puesto objetivos y metas irás girando en los cruces según te acerquen a tu destino, pero algún cruce te lo pasarás, otro estará cortado, y otro es un camino de cabras por el que no piensas meter el coche. Es decir que el futuro es una carretera que desconocemos y que podemos influir llevando un mapa y una brújula (metas y objetivos), pero no sabemos qué imprevistos (obstáculos nos encontraremos en el camino) o qué cruces nos saltaremos (errores o falta de ver oportunidades) nos encontraremos. Lo que hay que hacer es confiar que la carretera nos llevará a algún sitio, sea el que sea, luego tendremos tiempo de replantear si queremos estar ahí o no. Sólo podemos influir en las cosas que alumbra la luz del coche y de nada sirve pensar si vendrá una nueva curva, habrá tráfico o nos saltaremos la salida. Tenemos simplemente que conducir y disfrutar de la conducción a la velocidad que queramos, aunque otros quieran que vayamos más deprisa o más despacio. El control de la velocidad y del volante (es decir, la vida) lo tentemos nosotros, es sólo decisión nuestra qué hacemos con él. Unas veces correremos más porque podemos poner las largas pero otras veces la vida nos hace poner las cortas, en esos momentos no hay más que aminorar la marcha pues si no tendremos un accidente. Hay que tomárselo con calma, los malos tiempos vienen, pero siempre pasan, sólo está en nosotros cómo nos lo tomamos y qué hacemos con ellos.Futuro y resiliencia
Para empezar a construir vamos a empezar por lo básico, y es que el futuro que tenemos en nuestras cabezas, no tiene existencia real, ni existirá nunca tal cual lo imaginamos. Es un constructo mental, una serie de pensamientos que nos dicen cómo debería o nos gustaría que fuese nuestro futuro en un mes, un año o en el tiempo que sea. No tiene base sólida, igual que el pasado, sólo existe en la mente, en nuestros pensamientos. No hay nada real en el que anclarlo, pues sólo se puede anclar a la vida el Aquí y Ahora. El futuro es incertidumbre y probablemente mucha más de la que la gente se suele pensar. ¿quién puede predecir una pandemia como el COVID? ¿quién puede predecir un accidente?, ¿quién puede predecir la muerte de uno o de un familiar?. Nadie puede, pues el futuro está determinado por tantas variables que es impredecible y no se puede controlar. Es un hecho, si queremos ser personas resilientes tenemos que aceptar el futuro, como impredecible e incontrolable. Lo que podamos controlar lo haremos a través de objetivos y metas que nos marcarán la dirección hacia dónde queremos ir. Las personas resilientes tienen sus objetivos y sus metas y por tanto tienen una dirección hacia la que ir. Esto hace que tengan menos miedo a la incertidumbre y tengan más autoconfianza. Sólo revisaremos el futuro cuando toque día de revisión (una vez a la semana, cada quince días, cada mes….). Nosotros en función de los objetivos y metas pondremos cada cuánto tenemos que revisarlo. La revisión, como en la analogía del coche, es como parar en una gasolinera, mirar donde estás, mirar el mapa, mirar la brújula (metas y objetivos) y decidir cómo continuar el viaje que estamos disfrutando. Con frecuencia ocurre que vemos que cerca tenemos una ciudad bonita que podemos visitar, que podemos dar un rodeo y ver un parque natural, y podemos decidir cambiar cómo ir nuestro destino o incluso cambiar el destino si hay otro que tiene más sentido en las circunstancias actuales. La persona resiliente no se apega a sus objetivos y metas, las revisa y si es necesario cambia cómo llegar a ellas o directamente las cambia por unas nuevas. El conductor del coche no hace nada más que conducir con la visibilidad que tiene, disfrutar del trayecto y adaptarse a los obstáculos que tiene. Cada cierto tiempo tiene que parar a ver dónde está, dónde quería ir y decidir si sigue queriendo ir allí y cómo lo va a hacer o decidir cambiar de sentido. Con la vida pasa lo mismo, sólo vemos lo que nos muestra el presente y la tendencia hacia donde van las circunstancias que vivamos. Tenemos que disfrutar del camino, disfrutar de la vida e ir tomando las decisiones según previamente habíamos planificado. La aceptación del futuro pasa por confiar primero en uno mismo (autoconfianza), entendiendo que el camino irá variando, pero nosotros tenemos suficientes recursos para irlo afrontando según vaya llegado. Confiar en el futuro es abrir la mente a que el mundo es complejo, es caos, no tenemos control, pero sin embargo está lleno de oportunidades, como la que vi yo cuando monté mi empresa Evolufarma. Otro problema que plantea la no correcta aceptación del futuro es que lo idealizamos, y por tanto, como hemos visto antes, posponemos nuestra felicidad del presente a una felicidad basada en obtención de cosas, personas o circunstancias. La felicidad está Aquí y Ahora, y si la quieres encontrar introdúcete en el mundo espiritual y búscala en tu interior, no en el exterior. No la busques en el futuro pues cualquier imaginación que hagas del mismo será distinta de lo que realmente ocurra. No distraigas tu atención del Aquí y Ahora pensando en el futuro, salvo en los momentos de planificación del mismo. Conduce tu vida, confía en tí y confía que la vida te llevará a algún sitio. Y si ese sitio no te gusta ya cogerás otra carretera que te llevará hacia tus nuevos objetivos y metas. Es decir, la aceptación del futuro es confianza en la evolución de la vida, confianza en nosotros mismos. Por eso las personas resilientes confían en él, en sí mismas y confían también en las personas. Otro problema que plantea el futuro es el apego a la idealización que hacemos de él, esto nos hace obcecarnos y seguir adelante por carreteras pedregosas que deberíamos evitar. Es como el capitán de barco que va en contra de los vientos y las olas, ¿puede hacerlo?, a lo mejor, ¿pero cuánta tripulación perderá en el intento? ¿qué daños tendrá el barco?. Lo prudente es dejar a un lado la tempestad y replanificar nuestro rumbo. El pensar en el futuro es una imaginación de lo que será, es una idealización del mismo, por tanto, este pensamiento no es real, es imaginario. Suele pasar que cuando lo conseguimos, no es como esperábamos. En este momento nos sentimos desilusionados y rápidamente nos ponemos nuevos objetivos. Estamos siempre en continuo movimiento. No estamos nunca en paz. El pensar en un futuro mejor sólo nos aleja de lo que ya tenemos, un presente que puede ser maravilloso si se acepta como es. El pensar en el futuro hace que no valoremos lo que tenemos, queremos una casa más grande, un coche mejor, más dinero en el banco para tener seguridad, un trabajo mejor, etc. ¿Acaso hemos parado un segundo en pensar qué tenemos ahora y ponerlo en perspectiva?. Si en los países del tercer mundo hay gente feliz y no tiene para comer, ¿por qué no somos felices?. ¿Por qué tenemos la mirada puesta adelante, en vez de tenerla en lo que tenemos en el presente?. La respuesta a esto es fácil, porque nos han educado así. Occidente ha creado la idea de que para ser feliz hay que tener cosas, hay que tener familia ideal, hay que crecer profesionalmente, hay que tener casa, coche, etc. ¿Pero eso da la felicidad?, no, no y no. No voy a entrar en qué da la felicidad, pero si te interesa saber cómo ser feliz infórmate sobre budismo o sobre la filosofía Advita Vedanta, la felicidad está en uno mismo en el Aquí y Ahora. En Occidente han alimentado nuestro deseo de tener más y más y se lo hemos comprado. Pero el dicho es sabio, no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Occidente es aspiracional, los anuncios de la televisión, las series de Netflix, todos nos muestras vidas que consideraríamos ideales, pero no lo son. ¿Acaso no sabes que los ricos y famosos pueden tener más depresiones que una persona de clase media o clase baja? ¿Por qué en los países ricos hay más depresiones que en los pobres? No importa el dinero, ni la fama, lo que importa es la personalidad y actitud de vida. Ya vimos que el anhelo es insaciable, el rico no se sacia con lo que tiene, quiere tener más y además teme perderlo y como está metido en más fregados tiene más problemas que otras personas. Las personas resilientes valoran lo que tienen en el presente y dan gracias por ello. Hay que dejar que el futuro llegue de la forma que sea, es impredecible, no podemos controlarlo, pues no podemos controlar todas las variables que lo determinan, ni las circunstancias que tendremos hasta ese momento. Una vez llegue lo afrontaremos con nuestras capacidades (por eso es importante el autoconocimiento) y tomaremos las decisiones que sean Aquí y Ahora. De aquí al futuro puede morir nuestro hijo, nos pueden despedir, nuestra pareja puede decidir divorciarse, la casa se incendia, tenemos un accidente, etc. ¿Alguien puede decir que a él no le va a pasar?. Nadie, absolutamente nadie, son variables que están fuera de su control. ¿Alguien me habría dicho que predijera mi divorcio?, ni de coña, todo iba bien. Había cosas mal, ¿pero qué control tenía yo en que ella se enamorase de un compañero de trabajo? , ninguno. Y eso me cambió la vida. ¿Y quién podía predecir me echasen de la empresa en la que trabaja sólo unos mes después y eso que hice que duplicase facturación en 5 años?, nadie. Al futuro podemos influirlo en cierta manera, es por esto que tenemos que dedicar tiempo para planificarlo (sólo pensar en él durante ese tiempo) y hacer cosas para que nuestra vida vaya en la dirección que queramos. Volviendo a la analogía del barco, el capitán necesita un mapa y una brújula y toda persona debería tenerla. Eso sí, si se encuentra una tempestad de frente, en vez de meterse en ella y exponerse a hundir el barco, es mejor dar un rodeo, es decir, ser flexible y acomodarse a lo que vaya ocurriendo. Es decir, ser resilientes. A eso me refiero con que no hay que tener apego a una expectativa de futuro, pues no sabemos qué nos vamos a encontrar en el camino, ni si vamos a llegar a puerto. Con un buen plano y una brújula nos orientaremos (planificación del futuro), pero nadie puede predecir qué obstáculos nos vamos a encontrar. A lo mejor, siguiendo la analogía del barco, nos encontramos que tenemos que atracar en un punto intermedio. Esto no es una derrota, es lo que teníamos que hacer para salvar el barco. Ya reanudaremos camino si vemos si sigue teniendo sentido, pero no nos hemos expuesto a la tormenta, al sufrimiento. Y es importante que lo veamos, en todo momento el capitán ha disfrutado del viaje. Lo mismo al atracar el barco vemos que otro puerto tiene más sentido, bien sea porque nos apetezca más o porque está libre de tempestades. Lo importante no es a dónde llegues, eso te lo ha metido en la cabeza la cultura occidental, lo importante es que disfrutes del camino, que disfrutes de la paz del mar, de ver los delfines, de ver las ballenas, de charlar con tu tripulación, eso es lo importante. ¿Hay alguien que no seas tú que te ha marcado un puerto al que llegar?, ¿qué pasa si no llegas a él?. Lo importante es que seas feliz, y eso lo puedes conseguir Aquí y Ahora. Como he dicho no tiene sentido pensar en el futuro porque es un constructo mental que no existe y es hacer que nuestra atención se distraiga del Aquí y Ahora. Dicho esto, sí que tenemos que tener mapa, sí que tenemos que tener brújula y sí que tenemos que planificar el futuro asumiendo que habrá cambios. Es decir que tenemos que tener metas, ponernos objetivos y tener un plan de cómo llegar a ellos. Pero tenemos que tener claro que en el camino pueden surgir multitud de obstáculos y tendremos que ser resiliente, flexibles y adaptarnos a ellos. Eso es la forma de afrontar el futuro de forma resiliente. Los monjes budistas practican no esperar resultado de ninguna acción (no esperan llegar a un puerto determinado), sin embargo, se embarcan en proyectos a futuro (marcan un rumbo con una brújula), el tiempo les hace decidir qué camino deben ir tomando en cada Aquí y Ahora. No se apegan al camino inicialmente planificado y por tanto disfrutan todo el rato del camino. El que el futuro sea incierto, no significa que sea malo, pues está lleno de oportunidades para el que sabe verlas. Si estás preparado verás oportunidades donde otros no las ven, con seguridad te irá mucho mejor que a los demás. Las personas resilientes tienen más perspectiva al ver sus circunstancias, más perspectivas para ver su futuro y tienen la confianza de que detrás de cada esquina hay una oportunidad y por eso las ven. Las personas resilientes buscan oportunidades o directamente las crean ellos. Dejemos atrás las analogías y volvamos de nuevo aceptación del futuro y de dónde viene la falta de aceptación del mismo. Por un lado por la incapacidad que tenemos de gestionar la incertidumbre y por otro del miedo que tenemos a la falta de control. El miedo más difícil de manejar es la incertidumbre, el miedo al futuro, el temor a que sucederá próximamente. Pero no es posible, no podemos tenerlo todo bajo control y tenemos que aceptarlo, aprender a vivir con ello. Es inevitable no podemos controlar todo, por eso la persona resiliente lo acepta y trabaja sólo con lo que puede controlar dejando de preocuparse por lo que no puede controlar. Todos en mayor o menor medida hemos sentido, sentimos o sentiremos incertidumbre, es inevitable sentir miedo al futuro, el problema no es sentirlo, sino como gestionamos esa emoción. ¿Tienes recursos para hacer frente al miedo a lo desconocido? ¿Qué te funciona ante la preocupación?. Es importante cómo gestionamos el miedo a la incertidumbre, si la forma de afrontar esta situación es ponernos en el peor de los desenlaces emitiendo una profecía catastrófica, que en consecuencia nos genera una preocupación y angustia excesivas y un pensamiento obsesivo, centrado exclusivamente en las peores predicciones, estaríamos hablando de ansiedad anticipatoria, que puede expresarse según sea la intensidad con diferentes síntomas, incluso en forma de ataques de pánico. Hay personas que por sus rasgos de personalidad quieren tenerlo todo bajo control, no soportan la improvisación o ignorar cualquier detalle de lo que va a suceder, necesitan tenerlo todo planificado, estructurado… y esto casi nunca es posible, todos deberíamos saberlo: la vida no suele ser previsible.. Tomar decisiones y equivocarse es siempre mejor que no tomar ninguna decisión. El tomar una decisión implica acción, implica aprendizaje, crecimiento, el dejar que ocurran sólo es pasividad y resignación. Implica estar activo en el presente y en el futuro, nos da cierto control de los resultados. Para ser resiliente tienes que tomar decisiones, arriesgar, crecer con los errores, es decir, avanzar. Hay que aprender a fluir que implica aceptar que todo está cambiando, es salir de la trampa de la atractiva ilusión del control, cuestionar las propias creencias y estar dispuesto a aceptar que hay cosas que no podemos cambiar. Convivir con la certeza de que estamos en una sociedad cambiante y por tanto, nuestras vidas también sufren alteraciones es esencial. Y por supuesto, una buena forma de llegar a este punto es a través de la meditación. La meditación nos enseña a ser acróbatas del instante presenta saborear la vida exactamente en el sitio en el que nos encontramos. Según un viejo refrán judío, si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes. Esta máxima es más pertinente hoy como lo fue hace siglos. Sin embargo, conforme el mundo adquiere más complejidad, parece que resulta más difícil predecir nuestro futuro. Parece que, en situaciones de incertidumbre, el ser humano siempre se imagina o se pone en lo peor, ya que de esta forma nuestro cerebro se protege, anticipa o se prepara ante posibles amenazas o peligros y, por ende, puede enfrentarse a ellos más rápidamente y garantizar nuestra supervivencia Pero, independientemente de si nos ponemos o no en lo peor, ¿por qué es tan difícil entonces aceptar que hay cosas que no voy a saber o que escapan a mi control, que están por encima de mí? Quizá porque a nuestro cerebro le encanta el control, la certeza y todo lo predecible o lo que sigue ciertas normas o leyes estables (lo previsible), ya que estas condiciones nos permiten sobrevivir, le cuesta especialmente entender que muchas cosas en la vida son impredecibles y, por ende, incontrolables. En definitiva: el control nos calma, nos da seguridad; la incertidumbre nos genera ansiedad y estrés. El cerebro cuando está ante la incertidumbre, la falta de control, se inventa cosas para que tengamos una historia coherente, pero esta historia puede no tener nada que ver con la realidad.¿Cómo aceptar el futuro una persona resiliente?
Contra la incertidumbre y el miedo a la falta de control podemos trabajar:- Práctica Meditación o Mindfulness. Como verás en el capítulo de la meditación, ésta te llevará al momento presente, poco a poco irá disipando los pensamientos negativos sobre el futuro. Te permitirá aceptar la incertidumbre, así como la falta de control.
- Acéptalo. El miedo a la incertidumbre es un miedo que en mayor o menor medida puede afectarnos a todos, pero hay personas que debido a la gran confianza que tienen en sus posibilidades, la autoestima saludable que poseen y la facilidad de auto-motivación, logran superarlo. Por otro lado, el miedo a la incertidumbre causa un gran malestar, pero lo peor de todo es que inmoviliza a la persona que lo sufre, ya que alimenta la aparición de pensamientos que sabotean nuestras propias posibilidades de aprender y emprender proyectos interesantes. No nos deja ser quien queremos ser, ni explotar todo nuestro potencial. Una de las mejores maneras de superar el miedo a la incertidumbre es aceptándolo. Aceptando que el miedo existe y que las preocupaciones por la incertidumbre del futuro las sufre todo el mundo. Aceptar la experiencia ayuda a reducir la ansiedad, pues el cuerpo se relaja y no se pone a la defensiva.
- Deja atrás la alta necesidad de control y se flexible. Controlarlo todo es una utopía, es imposible. Pero la buena noticia es que no lo necesitamos. Somos seres humanos, imperfectos, y con una capacidad limitada. Pero no pasa nada. Absolutamente nada. Podemos disfrutar y ser igual de felices sin tenerlo todo atado y bien atado. Sé flexible, no quieras controlarlo todo. Permite la espontaneidad y el derecho que tienes a equivocarte, ya aprenderás de ello. El miedo a la incertidumbre aparece sobre todo cuando tememos el error. Aceptar la posibilidad de equivocarnos y dejar de ser tan exigentes con nosotros mismos es una vía para tolerar mejor la incertidumbre. Además, si confías en tus recursos y habilidades para enfrentarte a las diferentes situaciones, temerás menos el futuro porque pase lo que pase confiarás en poder encontrar buenas soluciones.
- Experiméntalo y pasa a la acción. Muchas veces, cuando damos un paso al frente y actuamos en contra de nuestro miedo, nos daremos cuenta de que estos pensamientos limitantes no eran realistas y nuestra predicción del futuro era incorrecta. Por eso, pese a tener cierto miedo y ansiedad por el cambio y la incertidumbre, exponernos a este miedo nos puede ayudar a darnos cuenta de que nuestros pensamientos eran solo eso, interpretaciones sesgadas, y no la realidad. Por eso la persona resiliente encara el futuro con acción y asumiendo riesgos.
- Vive el presente. Cuando sentimos miedo a la incertidumbre es porque vivimos inmersos en expectativas irreales, es decir, lo que pensamos no es cierto (o al menos no lo sabemos en ese momento). Así que para tener la mente lejos del futuro, mejor tenerla en el presente, que es el único momento que podemos vivir. Eso no quiere decir que no podamos tener objetivos y planificarlos, sino que hay que tocar con los pies en el suelo y vivir en el Aquí y el Ahora en su plenitud.
- Adopta una actitud de curiosidad o reto hacia el futuro (no como una amenaza). Dejémonos sorprender, veamos qué nos depara la vida. Salgamos de nuestra “zona de confort”, esperemos lo inesperado (sin resignarnos, que es muy diferente). Quizá el resultado sea mejor que el esperado.
- Intenta ser objetivo. Valora la situación como si la estuvieras viendo desde la televisión de tu casa, es decir como un espectador en lugar de protagonista.
- Hacer caso a la intuición Normalmente no nos falla pues en contra de lo que se piensa en Occidente es una forma de cognición más elevada. Un gran porcentaje de nuestros procesos internos son inconscientes, en muchos aspectos actuamos por impulsos y solemos acertar por norma general. Deja de pensar tanto y trabaja desde el corazón..
- Identifica las emociones que te generan incertidumbre y de dónde vienen. No luches contra ellas, no las juzgues, obsérvalas y aprende a aceptarlas. ¿De dónde vienen esas emociones?, ¿del pasado, del presente o del futuro?
- No rumies sobre la incertidumbre, que no sea el centro de tus pensamientos. Acepta los pensamientos negativos (y no te dejes llevar por ellos). Son sólo eso, pensamientos, no hechos o certezas. Por tanto, pueden ser verdad… o no (es más, me la gran mayoría de veces la realidad nos desmonta estos pensamientos). ¿Cuántas veces habríamos asegurado casi al 100% que algo ocurriría, y de repente viene la vida y nos sorprende con cosas totalmente inesperadas?. Vuelve siempre tu atención al Aquí y Ahora.
- Busca una motivación o propósito en la vida. Una herramienta que puede ser útil para superar el miedo a la incertidumbre es encontrar nuestras motivaciones y nuestro propósito en la vida, hacerlas conscientes
- Decide hacia dónde quieres ir y ponte objetivos y metas. Estos te ayudarán a tomar las decisiones que tengan que ir tomando porque te marcan una dirección.
- Una vez tomes una decisión no recules a menos que sea estrictamente necesario. Pon a prueba tu perseverancia y tu capacidad para conseguir nuevas metas. Esto te permitirá aprender y dotarte de más recursos y habilidades así como reponerte a las adversidades. Todo ello hará que te conviertas en una persona más segura de ti misma y el miedo a la incertidumbre se irá reduciendo poco a poco.
- Mejora la confianza en ti mismo. La confianza en uno mismo es clave en cualquier proceso de cambio. De hecho, la autoconfianza o autoeficacia alta nos ayuda a empoderarnos frente al cambio y a pensar que los retos que asumimos son posibles y alcanzables. Si bien el exceso de confianza o la falsa autoconfianza no son buenas, la autoconfianza permite afrontar el miedo a la incertidumbre con garantías.
- Relájate y exígete un poco menos. Otra de las claves para dejar atrás el miedo a la incertidumbre, es intentar relajarte en la vida. La mayoría de personas que no toleran la incertidumbre es precisamente porque no saben quitarle la importancia a la mayoría de las cosas que les pasa en la vida. Por ello, debemos dejar el perfeccionismo detrás e intentar hacer las cosas lo mejor que podamos pero disfrutando del camino a ello. Es evidente que no siempre saldrán las cosas como deseamos y por ello, debemos aprender de los fracasos y de verlos como una oportunidad para aprender nuevas capacidades
- Recurre al coaching o al psicólogo. A veces puede ser difícil llevar a cabo el cambio y superar el miedo a la incertidumbre porque nos conocemos a nosotros mismos, no sabemos hacia dónde queremos tirar, ni somos capaces de motivarnos. En estos casos es interesante buscar la ayuda de un psicólogo especializado en coaching para que a través de diferentes dinámicas y ejercicios puedas reflexionar sobre quién eres, el camino al que quieres dirigirte y así empoderarte frente a la vida y el cambio.